Muévete a donde puedas crecer

Cuando cambiar de entorno no es una fuga, sino una decisión de amor propio

Hay decisiones que no se toman de un día para otro. Hay cambios que maduran en silencio, como los árboles que crecen hacia abajo antes de brotar hacia arriba. Este artículo nace de una verdad que me ha acompañado durante años: cuando un entorno ya no te permite crecer, es momento de moverse. No como quien huye, sino como quien honra su vocación.

Y sí: hablar de crecimiento suena inspirador. Pero vivirlo requiere coraje. Porque muchas veces implica dejar lo conocido, lo seguro, lo que “funciona” a medias, pero no te enciende por dentro.

1. Ejemplo laboral: la pecera cómoda, pero sin espacio

Hace unos años, una colega contadora con más de 10 años en una empresa multinacional me confesó que se sentía vacía. Tenía buen salario, estabilidad, incluso beneficios que muchos desearían. Pero ya no aprendía nada nuevo. Ya no la escuchaban. Sus ideas eran decorativas, no transformadoras.

Me dijo algo que me marcó:

“Me pagan por hacer un trabajo que ya no me reta. Me he vuelto buena en lo que no me entusiasma.”

Eso es exactamente estar en una pecera demasiado pequeña. El pez sigue vivo, sí. Pero no crece. No se expande. No nada libre. Solo sobrevive.

Cuando finalmente decidió renunciar y emprender un camino de asesoría independiente, se redescubrió. Tuvo miedo, sí. Pero volvió a aprender, volvió a conectar, volvió a sentir orgullo por su trabajo.

2. Ejemplo personal: relaciones que se volvieron jaulas

No solo los trabajos limitan. A veces también las personas. Amistades que ya no suman, relaciones de pareja que asfixian, ambientes familiares que juzgan más de lo que acompañan.

Una vez un joven me escribió tras una charla:

“Mi pareja me apoya, pero solo mientras no cambie. En cuanto quiero estudiar o crecer, me hace sentir egoísta. Ya no sé si soy yo el del problema o si simplemente ella tiene miedo de perderme.”

Le respondí con toda sinceridad:

“El amor verdadero no teme que crezcas. Lo celebra. Y se expande contigo.”

Hay relaciones que se basan en control, no en confianza. Que florecen mientras te mantengas igual. Pero crecer no es traicionar a nadie; es respetar lo que uno vino a ser.

3. Ejemplo organizacional: culturas que premian la mediocridad

También hay empresas enteras donde crecer es mal visto. Donde quien propone es “conflictivo”. Donde los líderes son jefes con miedo. Donde el talento brilla… hasta que incomoda.

Recuerdo una institución pública donde asesoré hace algunos años. Había un joven brillante en el área de TI. Automató varios procesos manuales, redujo errores, creó reportes automáticos… pero terminó siendo marginado por su superior.

¿La razón? “Está cambiando demasiado rápido las cosas”.

Ese joven terminó renunciando y fue contratado por una firma privada que hoy lo tiene como jefe regional. El entorno no solo lo permitió: lo potenció.

Hay lugares que te absorben. Y hay lugares que te impulsan. Saber diferenciarlos es una habilidad vital.

4. Enfoque filosófico: lo que dicen los sabios

  • Epicteto, uno de los grandes pensadores estoicos, decía:

“No busques que las cosas sucedan como tú quieres. Desea más bien que sucedan como suceden, y serás feliz.”

Pero también decía que la libertad comienza cuando dejamos de depender de lo externo para decidir.
Si estás en un lugar donde tu crecimiento depende de que otros te “permitan”, estás cediendo tu poder.

  • Søren Kierkegaard, padre del existencialismo, afirmaba que la angustia era el vértigo de la libertad. Que sentir miedo al saltar no es señal de debilidad, sino evidencia de que estamos delante de una decisión significativa.

“La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante.”

5. Psicología del desarrollo: el entorno sí importa

Los estudios sobre motivación humana, como los de Daniel Pink, demuestran que las personas se desarrollan mejor cuando tienen tres elementos:

  1. Autonomía: poder decidir y actuar con libertad.
  2. Maestría: sentir que mejoran en lo que hacen.
  3. Propósito: conectar su trabajo con algo más grande.

Si tu entorno no te permite ninguna de estas tres cosas… no es personal. Simplemente no es tu lugar.

6. Y tú, ¿estás creciendo o solo estás?

Te lo pregunto con el mismo respeto con el que me lo he preguntado a mí mismo en etapas difíciles:

  • ¿Hace cuánto tiempo no aprendes algo que te emocione?
  • ¿Estás en un lugar que celebra tus ideas o que las frena?
  • ¿Sigues ahí porque lo elegís… o porque ya no sabes cómo salir?

No hay respuestas correctas, pero sí hay momentos clave que definen un antes y un después.

7. Lo que nadie dice del salto: también puedes fallar (y eso está bien)

A veces saltás y no llegás al estanque grande de inmediato. A veces caés en una pecera intermedia. A veces retrocedés un poco.

Pero incluso esos “errores” traen claridad. Te enseñan quién sos, qué querés, qué no vas a volver a tolerar.

Crecer no es lineal. Es ensayo, error, reflexión y reinvención.
Y sobre todo: es valentía constante.

Reflexión final: el salto no es fuga, es transformación

Si has llegado hasta aquí leyendo, quizá esta reflexión no es casualidad.
Quizá hay algo en ti que pide moverse. Expandirse. Volver a sentir esa mezcla de miedo y entusiasmo que solo aparece cuando sabemos que estamos por vivir algo importante.

Te lo digo de corazón:

No estás hecho para quedarte pequeño.
No estás aquí para repetir días grises.
Estás hecho para crecer, transformar, inspirar.

Y a veces, todo eso empieza con un simple acto de valentía:
saltar.

Con estima y verdad,

Jorge Gutiérrez Guillén, CPA
Socio Fundador – JGutierrez Auditores Consultores S.A.
www.consultoresjg.com | jgutierrez@consultoresjg.com
Teléfono: +506 8811-5090 | Costa Rica


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